Nuestra biología nos precede, y para entenderla es necesario comprender que los seres humanos tenemos directa vinculación con la naturaleza, con el medio ambiente. Según la Biblia, Dios nos creó a imagen y semejanza utilizando barro y agua. Para la mitología, en particular la nórdica, los hijos del dios Bor tomaron dos troncos a los cuales le dieron apariencia humana, en uno crearon al hombre y en el otro a la mujer. Pero de acuerdo con la ciencia, la teoría más aceptada a la fecha sostiene que nuestro origen provendría de una rama de primates que sufrió una transformación y evolución anatómica que comenzó hace seis u ocho millones de años dando origen al homo sapiens. Hay quienes que van más allá señalando que el origen de la vida en el planeta Tierra proviene del agua.
Todas estas propuestas tienen un punto en común: el ser humano se conformó en función de su entorno natural, y no al revés. Es ahí donde radica la importancia de fomentar e incentivar el cuidado y protección del medio ambiente a través de la educación, incluyéndola en los currículos escolares de niños y niñas. En tiempos donde se agudizan los problemas ambientales, tanto en Chile como en el mundo, resulta necesario, por ejemplo, reconocer los beneficios de contar puntos de reciclaje y con áreas verdes tanto dentro como fuera de los establecimientos educacionales.
Así lo sostuvo el psicólogo y director del Laboratorio de Convivencia de la Universidad del Desarrollo, Jorge Varela, quien agregó que “aprender o desarrollar una mayor sensibilidad en esta materia no sólo promueve conductas prosociales, sino que es un buen ejercicio para trabajar todo el simbolismo que hay detrás. De hecho, hay proyectos de intervención escolar que proponen el cuidado del espacio físico, porque el lugar también influye en las conductas de las personas. Yo conozco proyectos en Michigan [Estados unidos] donde rescataban espacios físicos de áreas verdes, y con eso promovían el autocuidado, el cuidado del otro, la colaboración, el trabajo en equipo. Por lo tanto, no sólo se vería un retorno en ver que un área se ponga más verde y que esté más atractivo, sino que además los proyectos ambientales pueden trabajar habilidades socioemocionales que son importantes para los sujetos”.
Tal es la relevancia de que los colegios cuenten con espacios verdes integrados a su currículo e infraestructura interna y externa al lugar, que el contacto de los(as) alumnos(as) con la naturaleza tiene un impacto directo y significativo en los resultados del Sistema de Medición de la Calidad de la Educación, SIMCE. El estudio El efecto de los factores medioambientales sobre los rendimientos escolares, liderado por el académico de la Pontificia Universidad Católica de Chile (PUC), Rodrigo Pérez, incluye, además, cómo la contaminación atmosférica influye en la evaluación de las capacidades a la hora de rendir la prueba.
El otrora docente de la Universidad Mayor analizó la cobertura vegetacional de 1.208 escuelas pertenecientes a la Región Metropolitana, los datos arrojados por las pruebas del SIMCE en matemáticas y lectura de estudiantes de 4° básico entre los años 2010 al 2018, y las cruzaron con información espacial de dichas variables ambientales. En la publicación, el investigador encontró que aquellos establecimientos educacionales que contaban con vegetación al interior de sus dependencias, obtenían mejores resultados en este examen anual que los que no. El puntaje promedio en matemáticas fue de 14.5 puntos más alto, mientras que en lectura este efecto llegó a casi 11 puntos.
“Hay una coincidencia entre zonas que tienen más vegetación con mejor rendimiento académico. Estas son, por ejemplo, las del sector nororiente como Las Condes, Vitacura, lo Barnechea. El punto está en que, de alguna forma, son sectores donde la población tiene más ingresos, los padres son más educados (…). El impacto en el rendimiento se ve a través de indicadores socioemocionales, y ahí está lo interesante, porque mucha de la investigación previa era vincular directamente vegetación con mejores resultados académicos. Pero lo que nosotros hicimos no fue sólo afirmar eso, sino que también señalamos que el canal por donde esto pasa es en mejorar los indicadores socioemocionales. Por tanto, lo que hace la vegetación es mejorar la concentración, reducir el estrés, ayudar a la calma, a la regeneración, y ese proceso hace que un estudiante rinda mejor”, sostuvo Pérez.
Para el académico de la PUC, la importancia de contar con vegetación al interior de los colegios trasciende los beneficios socioemocionales que esto conlleva, o de reducir problemas asociados a convivencia escolar. “Sumado de eso, observamos que, en el largo plazo, esto se asocia a productividad en el mercado laboral (…) A brechas salariales, en desigualdad e injusticia ambiental. Existe, por tanto, una serie de elementos que van más allá del bienestar emocional de ese niño en particular. Su impacto a largo plazo puede perpetuar una cadena de desigualdades que encontramos habitualmente en las ciudades chilenas”.
En el estudio, se concluye, además, que un aumento en los niveles de contaminación de PM2.5 a la hora de la prueba, tiene efectos negativos sobre el puntaje promedio obtenido, en particular, en matemáticas. Es decir, cada incremento por 1 microgramo de PM2.5/m3 genera una reducción entre 0.154 y 0.0811 puntos en este test. Lo anterior equivale a una diferencia de más de 2 puntos en el resultado obtenido en un año cualquiera en dicho test, y de más de 4 puntos en los años con mayores niveles de contaminación (2012-2013), si se comparan áreas con baja contaminación y altamente contaminadas.
El artículo publicado en el 2021 concluyó que el efecto que genera la contaminación sobre los puntajes en matemáticas equivale al 4 y 5% de la brecha que existe actualmente entre los colegios más ricos y los más pobres de Santiago, y entre el 8 y 11% de la brecha que existe entre las escuelas más pobres y un establecimiento escolar promedio.
“Esto quiere decir que estudiantes que estén rindiendo una misma prueba, a la misma hora y con el mismo contenido, pero en lugares distintos, los que estén expuestos a más contaminación tendrán peores resultados que los que obtendrían si no estuvieran expuestos a contaminación. Y eso para el caso del SIMCE no es un elemento tan importante, pero si esto lo llevas a la enseñanza diaria, o a pruebas como las que te permiten ingresar a la educación superior, por ejemplo, puede jugar un rol fundamental en dejar dentro o fuera a un estudiante por una cuestión totalmente ajena a ellos que tiene que ver con la contaminación”, añadió Pérez.
Académico de la Pontificia Universidad Católica de Chile, Rodrigo Pérez.
Calidad de vida es directamente proporcional al acceso directo de áreas verdes. Sin embargo, en la Región Metropolitana, la vegetación urbana tiende a concentrarse en los barrios más acomodados. En el caso de los colegios de la ciudad de Santiago esta segregación tiende a aumentar, revelando cuán profunda es la desigualdad en esta materia.
Para el académico de las universidades Adolfo Ibáñez (UAI) y PUC, Ignacio Fernández, en la proporción de espacios verdes entre escuelas privadas, públicas y subvencionadas ubicadas en la Capital de Chile, tanto dentro como fuera de ellas, existen diferencias significativas. En su publicación Cobertura vegetal dentro y en los alrededores de las escuelas de Santiago de Chile. ¿Están las escuelas ayudando a mitigar las desigualdades en la vegetación urbana? (traducido al español), sostuvo que los colegios no reducen el acceso a la vegetación, sino más bien la agudizan. Los establecimientos privados triplican y hasta cuadruplican la superficie de vegetación en comparación a los de los públicos y los subvencionados, respectivamente.
Esta distribución vegetal desproporcionada entre los establecimientos educacionales agrava el acceso a los servicios ecosistémicos para niños y niñas. “Un colegio que está en un barrio pobre, también va a tener poca vegetación [en su interior]. Eso no responde a ninguna lógica más que la falta de inversión, porque para algunos directorios de colegios la vegetación no tiene un rédito relevante. Por tanto, hay un círculo vicioso que lo que hace es amplificar estas desigualdades. Lo particular estuvo en aquellos colegios subvencionados que tienen, incluso, menos vegetación que los públicos. Nuestra interpretación es que [estos últimos] tienen menos incentivo estatal”, enfatizó Fernández.
En el estudio, publicado a comienzos del segundo semestre de 2022, Fernández analizó la cobertura vegetal de 1.579 escuelas y sus alrededores, compuesto por 500 establecimientos públicos, 855 subvencionados y 224 privados.
“Los colegios privados son los que más integran en su arquitectura vegetación, y son quienes la consideran parte esencial de su sistema educacional. Es decir, la integran. Antes las escuelas contaban con canchas de fútbol o espacios para hacer deporte, y un par de patios centrales. Eso era considerado como espacios verdes. Hoy los colegios hacen que esta vegetación o espacios naturales sean parte de su diseño, incluyendo huertos e invernaderos. De hecho, está muy de moda eso de ‘el aula en el patio’ o los baños de bosques que son iniciativas de algunos establecimientos para relevar el rol del medio ambiente en el proceso de aprendizaje”, detalló.
Si bien el investigador y doctor en Sustentabilidad destacó la importancia de que las escuelas tengan sellos ambientales, que hoy entrega el Sistema Nacional de Certificación Ambiental de Establecimientos Educacionales (SNCAE), remarcó en la necesidad de que estos cuenten con instalaciones que les permitan desarrollarse de mejor manera en educación ambiental.
“Se han hecho iniciativas, pero falta mucho para llegar a ser una tendencia. [Las ecoetiquetas] se relacionan con ciertos procedimientos como, por ejemplo, si es que en el recinto se recicla o se hacen cursos. Pero hasta ahora no hay un cambio mayor en cuanto a una infraestructura de las escuelas. Muchas veces se habla de los techos verdes, pero no se pueden poner en cualquier lado. Lo que ocurre en la ciudad y en los colegios es que deben reformarse en esos términos”, precisó Fernández.
Ante la urgencia de saber enfrentar problemas medioambientales, y la abundancia de datos sobre los beneficios de contar con espacios verdes para los seres humanos en proceso de formación, el investigador indicó que faltan estímulos para los(as) directores(as) de establecimientos educacionales en esta materia. “Desde mi experiencia, no hay mucha motivación, porque también no hay los incentivos para hacerlo. A un director no lo van a evaluar mejor porque le da este giro a su colegio. Además, darle este vuelco tiene costos asociados, porque las áreas verdes se mantienen. Todas esas cosas son tareas adicionales que no muchas veces se quieren implementar, por eso creo necesario en contar con una política pública que esté enfocada en los espacios naturales no sólo dentro de los colegios, sino que fuera de ellos”.
El investigador de la UAI y PUC, Ignacio Fernández, se refirió a los metros cuadrados verde que una escuela debiera tener.
En la comuna de Estación Central se ubica la Escuela Profesor Ramón del Río. Este establecimiento municipalizado, que se fundó en 1971 y que cuenta con educación parvularia y enseñanza básica, tiene como eje principal en su proyecto educacional el medio ambiente. Sus espacios amplios y verdes lo corroboran. Tan así que, desde el año 2004, ha estado certificado ambientalmente. Su última acreditación, en la categoría Destacada, la consiguió hasta el 2025.
“La construcción de la escuela es desde su fundación. Las salas y pabellones son de hace 52 años. Por ende, no ha sufrido mayores modificaciones. Si bien nuestra política ha sido mejorar nuestra infraestructura, la idea es no alterar las áreas verdes”, afirmó su director Miguel Rebolledo quien comenzó a dirigir este colegio en abril de 2019.
Rebolledo añadió, además, que impulsar la educación ambiental es clave para apuntar hacia una sociedad chilena socioecológicamente justa. Sin embargo, reconoció, que los medios de verificación ambiental son engorrosos y largos para quienes quieran acreditarse.
“Primero, se pide una multiplicidad de verificadores tanto a nivel administrativo como curriculares. Es complejo generar o introducir prácticas medioambientalistas en el currículo, porque no a todos los docentes les hace sentido. Y, segundo, es muy bajo el incentivo o impacto en aquellas escuelas que son certificadas. A la fecha, nadie, por parte del Ministerio del Medio Ambiente, ha venido a monitorear si lo que nosotros mencionamos en la documentación se hace o no. El Ministerio tampoco entrega recursos para aquellas que consiguen la certificación desempeño destacado. El único reconocimiento que nuestra escuela ha tenido fue en el 2021 cuando, en el Estadio Monumental, nos entregaron un diploma. Por tanto, es la propia escuela la que genera estos recursos en sí, con recursos propios”, detalló.
Desde la entrada principal de este establecimiento que se observa su enfoque ecológico. A su costado derecho se encuentra una estructura de madera techada donde se asoma la vegetación. Sus patios cuentan con árboles, maceteros con materiales reciclados, un huerto compuesto por plantas ornamentales y medicinales, recipientes para realizar compost, bebederos para aves hechos con botellas plásticas recicladas, y paredes con mensajes alusivos al cuidado del agua. Pero el área verde de encuentro entre los(as) estudiantes, profesores(as), apoderados(as) y vecinos(as) de la población Robert Kennedy es el sector de reciclaje.
“Hace dos años fuimos punto de recolección de aceite para la comunidad. Hoy recopilamos cartón y papel, y al igual que lo que ocurría con el aceite una vez a la semana viene una empresa a hacer el retiro”, explicó Rebolledo quien agregó que, entre sus estrategias pedagógicas, está contar con talleres medioambientales optativos para aquellos(as) estudiantes de primero a octavo que no participen en la asignatura de religión.
Para Rebolledo, los beneficios de disponer espacios verdes para la comunidad escolar los evidencia a nivel de convivencia tras el enclaustramiento producto de la pandemia por COVID-19 que duró, en el país, casi dos años. “El 2022 fue, dentro de mi experiencia profesional, uno de los más complejos. Hubo un aumento considerable de violencia escolar en todos los niveles, desde educación parvularia hasta 8° básico. Se incrementó notoriamente en comparación a periodos anteriores. Frente a eso el taller de medio ambiente, que se ejecuta en nuestra escuela desde el 2015, permitió una baja en los índices de conflictos al interior de la sala de clases. Estudiantes que eran problemas o aquellos catalogados como disruptivos en la sala de clases, al participar de estos talleres, bajaban su intensidad de comportamiento. Este año también fue distinto. Casi no tuvimos inasistencia escolar en días lluviosos a diferencia de otros años, y eso es un fenómeno muy marcado por la pandemia y porque nuestros alumnos suelen vivir con sus familias en lugares muy reducidos”.
En Chile ha habido iniciativas que buscan encauzar una mayor y mejor concientización sobre la importancia de contar con educación ambiental en las aulas del país. Sin embargo, resulta necesario un cambio de paradigma para impulsar y repensar, con más fuerza, la forma en que hoy concebimos nuestro entorno, la naturaleza, y así equilibrar la desigualdad ambiental y su acceso a ella.
Director de la Escuela Profesor Ramón del Río, Miguel Rebolledo